¡Hola! ¿Cómo están? Espero que
bien. Hoy quiero publicar un pequeño relato que leí en un libro llamado “El
Bosque de los corazones dormidos” de Esther Sanz. Es una trilogía, pero solo he
leído el primero. Y antes de hablar del libro (que me encanto sin dudas) quería ponerles
un cuento que le leen a la protagonista que me encanto, y es algo que a veces
quisiera que pasara en la vida real y no solo en libros.
Los corazones dormidos
“Hace
muchos años, hubo una joven princesa llamada Odelia. Sus padres, que deseaban
que algún día se convirtiera en una reina justa, la habían educado con dureza y
disciplina. Juegos, risas, besos y caricias eran consideradas distracciones que
podían desviarla de su noble des tino.
Un
fatal día, los reyes fallecieron y Odelia tomó posesión del reino. Asumió sus
obligaciones con entereza sin derramar ni una lágrima, pues no había tiempo que
perder. Siguiendo el ejemplo de sus padres, trabajó duro para que aquellas
tierras fueran prósperas y sus súbditos cumplieran a rajatabla leyes y normas.
La joven reina suponía que eran felices.
Ella amaba la soledad. Y
lo hacía hasta tal punto que, a veces, recelaba de su propia sombra. Cada
anochecer, cumplidos todos sus deberes, se retiraba allá donde el silencio se
hacía audible.
Movida por un extraño
deseo, un día montó su caballo y se alejó del reino. Después de horas
cabalgando por polvorientos caminos, llegó a un bello y frondoso bosque. De
pronto olvidó todas sus obligaciones y sucumbió ante la tentación de descansar
en aquel hermoso lugar.
Estaba sentada sobre una
piedra blanca cuando de repente descubrió en ella un corazón esculpido con una
inscripción dentro: «María Abad vivió cinco años, cinco meses, una semana y
tres días». Se sobrecogió al darse cuenta de que esa piedra era una lápida.
Odelia era una mujer dura,
pero sintió tristeza al pensar que una niña tan pequeña estaba enterrada en
aquel lugar.
Miró a su alrededor y vio
otras piedras similares. Todas ellas tenían esculpido un corazón con un texto
grabado en su interior.
«Alfonso Ruiz vivió seis
años, nueve meses y dos semanas», leyó en otra de ellas.
Odelia se sintió
conmocionada.
Aquel hermoso lugar no era
más que un cementerio de niños. Todas las lápidas mostraban el nombre y la edad
de algún difunto. Le impactó comprobar que el que más tiempo había vivido
apenas sobrepasaba los diez años.
Embargada por un dolor
terrible, se sentó y se puso a llorar por aquellos pobres niños cuyas vidas
habían sido tan breves.
El cuidador del
cementerio, que pasaba por ahí en aquel momento, la escuchó llorar y se acercó
a ella. La observó en silencio un rato antes de preguntarle:
—¿Lloras por algún
familiar?
—No, no —respondió
secándose las lágrimas—. Lloro por estos niños muertos. ¿Qué le pasa a este
reino? ¿Qué terrible maldición pesa sobre él que os obliga a construir un
cementerio solo para niños?
El anciano sonrió y dijo:
—No es una maldición. Se
trata de una vieja costumbre.
—¿Tenéis acaso por
costumbre matar a los niños? —dijo incorporándose y desenvainando la espada.
—¡Claro que no! Guarde la
espada y le explicaré.
Odelia obedeció.
—En este reino, cuando un
joven cumple diecisiete años nuestro rey le regala una libreta como esta que
tengo aquí —dijo sacando un cuadernito de su bolsillo.
Ella la tomó con
curiosidad y abrió sus páginas.
—Anotamos en ella cada
instante en el que amamos de verdad. Solo cuentan los momentos en los que un
amor puro invade nuestro corazón dormido. —El anciano hizo una pausa antes de
continuar—. Cada vez que uno disfruta intensamente de un momento así, abre la
libreta y lo anota. A la izquierda, describe la situación: un primer beso, una
declaración apasionada, el nacimiento de un hijo… Y a la derecha, cuánto duró
esa sensación de amor intenso, esa experiencia en la que el corazón parecía a
punto de salírsele a uno del pecho. Cuando alguien se muere abrimos su libreta,
sumamos lo que ha amado y lo inscribimos sobre su tumba. En el bosque de los
corazones dormidos solo cuenta ese tiempo, porque para nosotros es el único
vivido.
Mientras cabalgaba de
regreso a su reino, el corazón de Odelia se despidió del bebé que habitaba en
su tumba.” by Esther Sanz.
Y mi
pregunta ¿Les hubiera gustado tener un cuaderno donde anotar sus momentos
felices y darse cuenta cuanto han vivido de verdad? A mí sí.
Pam, te he nominado para un premio en mi blog,
ResponderBorrarPásate para que lo veas.
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